domingo, 9 de marzo de 2008

Laboratorio 11 de marzo

El laboratorio del próximo martes 11 de marzo se llevará a cabo en las instalaciones de la Universidad Distrital en el horario habitual.

1 comentario:

Nathalie Barrera Pedraza dijo...

LA ISLA DE PASCUA

La Isla de Pascua, con una área de sólo 64 millas cuadradas (102,4 km2), es el trozo de tierra habitable más aislado del mundo. Queda en el Océano Pacífico, a más de 2.000 millas [3.800 km] al oeste del continente más cercano (América del Sur), incluso a 1.400 millas [2.660 km] de la isla habitable más cercana (Pitcairn). Su situación subtropical y latitud --a 27 grados sur, está, aproximadamente, tan por debajo del ecuador como Houston está al norte del mismo-- le proporciona un clima bastante apacible, mientras sus orígenes volcánicos hacen fecunda su tierra. En teoría, esta combinación de bendiciones debieron haber hecho de Pascua un paraíso en miniatura, lejano de los problemas que asediaron al resto del mundo.
Los botánicos modernos han identificado sólo 47 especies de plantas altas nativas de la Isla de Pascua, la mayoría de ellas pastos, juncos y helechos. La lista incluye simplemente dos especies de árboles pequeños y dos de arbustos leñosos. Con tal flora, los isleños que Roggeveen encontró no tenían ninguna fuente de verdadera leña para calentarse durante los inviernos frescos, húmedos y ventosos de Isla de Pascua. Sus animales nativos no incluían nada que fuera más grande que insectos, incluso ni una sola especie de murciélago, ni aves terrestres, ni caracoles de tierra, ni lagartos. Como animales domésticos, sólo tenían gallinas.
Lo más famoso de la Isla de Pascua son sus enormes estatuas de piedra, los maois, de los cuales más de 200 estuvieron alguna vez parados en macizas plataformas de piedra, alineados frente a la costa. Por lo menos 700 más, en todas las fases de fabricación, estaban abandonados en las canteras o en los antiguos caminos entre las canteras y la costa, como si los talladores y las cuadrillas de transporte hubieran botado sus herramientas y dejado súbitamente su trabajo. La mayoría de las estatuas erigidas se tallaron en una sola cantera y entonces, de algún modo, transportadas hasta seis millas [9,6 km] --a pesar de sus alturas de hasta 33 pies [10 m] y de pesos hasta 82 toneladas. Las estatuas abandonadas, entretanto, llegaban hasta los 65 pies de alto [19.6 m] y pesaban hasta 270 toneladas. Las plataformas de piedra eran igualmente gigantescas: hasta 500 pies de largo y 10 pies de alto (152x3 m), con piezas frontales que pesan hasta 10 toneladas.
Tanto Heyerdahl como Von Däniken dejaron de lado la evidencia aplastante de que los Isleños de Pascua eran polinesios típicos, derivados desde Asia en vez de serlo de América y que su cultura (incluyendo sus estatuas) surgió de las culturas de la polinesia. Su idioma era polinesio, como Cook ya había comprobado. Específicamente, ellos hablaban un dialecto polinesio oriental, relacionado con el Hawaiano y el de las Islas Marquesas, un dialecto aislado desde el año 400 d.C., como se puede deducir de pequeñas diferencias en el vocabulario. Sus anzuelos y azuelas de piedra se parecen a los antiguos modelos de las Marquesas. El año pasado se extrajo ADN de 12 esqueletos de la Isla de Pascua y también eran polinesios.
Los arqueólogos también han contratado a los actuales pascuenses para realizar experimentos orientados a deducir cómo pudieron haber sido talladas las estatuas, y cómo pudieron haber sido erigidas. Veinte personas, usando solamente cinceles de piedra, pueden tallar la estatua completa más grande en un plazo no mayor de un año. Habiendo bastante madera y fibra para hacer sogas, equipos de a lo sumo unos cientos de personas podrían cargar los moais en trineos de madera, podrían arrastrarlos por huellas de madera lubricadas o con rodillos de madera, y podrían usar troncos como palancas para colocarlos en su posición, de pie. La soga podría haber sido hecha de la fibra de un pequeño árbol nativo, relacionado con el tilo, llamado hauhau. Sin embargo, este árbol es ahora sumamente escaso en Pascua, y para arrastrar una estatua se habrían requerido centenares de metros de soga. ¿Fueron los pascuenses los que convirtieron en el yermo actual al paisaje que alguna vez pudo albergar los árboles que fueron entonces necesarios?
Esa pregunta puede contestarse por la técnica del análisis de polen, que requiere la perforación de una columna de sedimento de un pantano o estanque, la que mostrará los depósitos más recientes encima y los depósitos relativamente más antiguos en el fondo. La edad absoluta de cada capa puede ser fechada por el método del radiocarbono. Entonces empieza el trabajo duro: examinar decenas de miles de granos de polen bajo un microscopio, contándolos, e identificando las especies de la planta que produjo cada uno de ellos, comparando los granos con el polen moderno de las especies de plantas actuales conocidas. En la Isla de Pascua, los científicos que realizaron esa tarea fueron John Flenley, ahora en la Universidad de Massey en Nueva Zelanda, y Sarah King de la Universidad de Hull en Inglaterra.
Los esfuerzos heroicos de Flenley y King fueron premiados por el impactante nuevo cuadro que surgió del paisaje prehistórico de Pascua. Durante por lo menos 30,000 años antes de la llegada humana y durante los primeros años de la ocupación polinesia, la Isla de Pascua no era en absoluto terreno baldío.
Todo lo contrario: un tupido bosque subtropical de grandes árboles y arbustos leñosos coronaba una tupida capa de arbustos, hierbas, helechos y pastos. En el bosque crecen árboles primorosos, los hauhau --que sirven para hacer sogas-- y los toromiros, que dan una madera densa, muy buena como leña. El árbol más común en el bosque era entonces una especie de palma ausente ahora en Pascua pero que anteriormente era tan abundante que los estratos del fondo de la columna del sedimento estaban empaquetados en su polen. La palma de la Isla de Pascua está estrechamente relacionada con la Palma Chilena, que todavía sobrevive en Chile, la que crece hasta 82 pies [25 m] de alto y 6 pies [1,80 m] de diámetro. Los troncos altos y sin ramas de la Palma de Isla de Pascua habrían sido ideales para transportar y erigir los moais, y también para construir grandes canoas. La palma también habría sido una valiosa fuente de alimentos, ya que sus parientes chilenas producen abundantes nueces comestibles y savia de la que los chilenos hacen azúcar, jarabes, miel, y vino.
Toda esta evidencia nos permite imaginar la isla en la que desembarcaron los primeros colonos polinesios de Pascua hace unos 1.600 años, después del larguísimo viaje en canoa desde la Polinesia oriental.
Llegaron a un prístino paraíso. ¿Qué les pasó luego?
Los granos de polen y los huesos dan una respuesta siniestra.
El registro de polen muestra que la destrucción de los bosques de Pascua estaba muy avanzado hacia el año 800, sólo unos siglos después del comienzo del asentamiento humano. Entonces el carbón de leña de las fogatas vino a llenar el núcleo del sedimento, mientras el polen de palmas y otros árboles y arbustos leñosos disminuye o desaparece, y el polen de los pastos que reemplazaron los bosques se hace cada vez más abundante. No mucho después del 1400 la palma terminó de extinguirse, no sólo como resultado de su tala, sino también porque las ahora ubicuas ratas impidieron su regeneración: de las docenas de nueces de palma que se conservaron y que fueron encontradas en las cuevas de Pascua, todas habían sido mordisqueadas por las ratas y ya no podían germinar. Aunque el hauhau no se extinguió totalmente, su número bajó drásticamente, hasta que ya no fueron suficientes como para hacer sogas. Cuando Heyerdahl visitó Pascua, un único toromiro permanecía en la isla, casi muerto, e incluso ese único sobreviviente ya ha desaparecido. (Afortunadamente, el toromiro todavía crece en jardines botánicos extranjeros.)
El siglo XV no sólo marcó el fin para la palma de Pascua sino que el del bosque entero. Su condena había estado acercándose a medida que las personas limpiaban la tierra para plantar sus huertos; mientras talaban los árboles para construir canoas, para transportar y levantar los moais, y para leña; mientras las ratas devoraban las semillas; y probablemente mientras los pájaros nativos iban desapareciendo, los mismos que antes polinizaban las flores de los árboles y dispersaban sus semillas al comer sus frutas. El cuadro global descrito es uno de los ejemplos más extremos de destrucción del bosque en el mundo: el bosque entero ha desaparecido, y la mayoría de sus especies de árboles se han extinguido.
La destrucción de los animales de la isla fue tan extrema como la del bosque: sin ninguna excepción, cada especie de ave terrestre nativo se extinguió. Incluso los mariscos fueron sobreexplotados, hasta que la gente tuvo que conformarse con pequeños caracoles de mar en lugar de los grandes cangrejos de antes. Los huesos de delfín desaparecieron abruptamente de los botaderos de basura alrededor de 1500; nadie podía arponear delfines ahora, porque no había grandes árboles con los cuales hacer grandes canoas marineras. Las colonias de más de la mitad de las especies de aves marinas que se reproducían en Pascua o en sus islotes vecinos desaparecieron.
Para reemplazar sus antiguos suministros de carne, los Isleños de Pascua intensificaron su producción de gallinas, las que habían sido sólo comida ocasional. También se volcaron a consumir de la fuente de carne más grande disponible: los humanos, cuyos huesos se hicieron gradualmente comunes en los botaderos de Isla de Pascua. Las tradiciones orales de los isleños mencionan corrientemente el canibalismo: el peor insulto que podía espetarse a un enemigo era "La carne de tu madre se me pega entre los dientes." Sin leña disponible para cocinar estas nuevas golosinas, los isleños acudieron a la caña de azúcar, a pastos y juncos para alimentar sus fogatas.
Todas estas briznas de evidencia pueden ensamblarse en una narrativa coherente del declive y caída de una sociedad. Los primeros colonos polinesios se encontraron con una isla de tierra fecunda, con alimentos abundantes, materiales de construcción de calidad y en cantidad, amplios habitats, y todos los requisitos necesarios para el buen vivir, y con comodidad. Prosperaron y se multiplicaron.
Después de unos siglos, empezaron a erigir moais en plataformas de piedra, tal como sus antepasados polinesios lo habían hecho. Con el paso de los años, los moais y las plataformas se hicieron más y más grandes, y las estatuas empezaron a tener coronas rojas de diez toneladas de peso --probablemente en una espiral de competencia entre los clanes rivales, intentando superarse con muestras de opulencia y poder. En la Isla de Pascua, como en la Norteamérica moderna, la sociedad se mantenía unida por un complejo sistema político para redistribuir los recursos localmente disponibles e integrar las economías de áreas diferentes.
Eventualmente, la creciente población de Pascua comenzó a talar el bosque más rápidamente de lo que el bosque podía regenerarse. La gente usó la tierra para sus cultivos, y la madera como combustible, para hacer canoas y casas --y, claro, para transportar los moais. Cuando el bosque desapareció, los isleños se quedaron sin madera y sin cuerdas para transportar y erigir sus estatuas. La vida se puso más incómoda --las primaveras y los arroyos se fueron secando, y ya no hubo más leña para hacer fuego.
También comenzó a ser cada vez más duro encontrar con qué llenar los estómagos, alimentos que antes eran abundantes, como las aves terrestres, los grandes mariscos y las aves marinas, fueron desapareciendo. Ya que no había troncos para construir canoas capaces de navegar en el mar, la captura de peces declinó y los delfines desaparecieron de la mesa. Los rendimientos de las cosechas corrieron igual suerte, ya que la deforestación produjo erosión por la lluvia y el viento, el suelo se secó con el sol, y sus nutrientes fueron lavados por las lluvias. La intensificación de la producción de gallinas y pollos, y el canibalismo reemplazaron sólo una parte de todos los alimentos perdidos. Estatuillas de esa época que todavía se conservan muestran gente con mejillas hundidas y costillas visibles, que sugieren que hubo una gran hambruna.
Con la desaparición de alimentos excedentes, la Isla de Pascua ya no pudo alimentar a los jefes, a los burócratas y a los sacerdotes que habían logrado mantener funcionando a su compleja sociedad. Los isleños supervivientes describieron a los primeros visitantes europeos cómo el caos y las disputas locales reemplazaron al gobierno centralizado y cómo una clase de guerreros se tomaron el poder de los jefes hereditarios. Las puntas de piedra de lanzas y dagas, fabricadas por los guerreros durante su auge en los 1600s y 1700s, todavía se encuentran por doquier en los terrenos de la Isla de Pascua. Alrededor de 1700, la población empezó a colapsar, reduciéndose hasta llegar a ser entre un cuarto y un décimo de lo que había sido. La gente se fue a vivir en cuevas para protegerse de sus enemigos. Alrededor de 1770 los clanes rivales empezaron a derribar los moais de sus rivales, y a romperles las cabezas. Por 1864 la última estatua había caído, había sido profanada.
Mientras intentamos imaginar el colapso de la civilización de Isla de Pascua, nos preguntamos por qué no miraron alrededor, porqué no comprendieron lo que estaban haciendo, y porqué no se detuvieron antes de que fuera demasiado tarde. ¿En qué estaban pensando cuándo talaron la última palma?
Yo sospecho, sin embargo, que el desastre no ocurrió de un golpe, sino que fue un largo, triste y gradual declinar. Después de todo, hay que considerar esos centenares de estatuas abandonadas. El bosque del que los isleños dependían para hacer rodillos y sogas no desaparecieron de un día para otro --fueron desapareciendo lentamente, durante décadas.
Quizás la guerra detuvo a los equipos de traslado de moais; quizás cuando los talladores hubieron terminado su trabajo, la última soga se cortó. En el entretanto, cualquier isleño que intentara advertir sobre los peligros de la deforestación progresiva habría sido acallado por los intereses creados de los talladores, los burócratas y los jefes, cuyos trabajos dependían de continuar con la deforestación. Sólo los ancianos, al recordar la época de su niñez, de décadas atrás, podrían darse cuenta de las diferencias.
Si a los pocos miles de pascuenses les bastaron herramientas de piedra y el poder de sus propios músculos para destruir su sociedad y su medio ambiente ¿cómo los 6 mil y medio millones de personas con herramientas metálicas y con poderosas máquina no lo vamos a hacer peor?


Bibliografía:
Discover Magazine del 01/ 08/ 95
http://www.rapanuivalparaiso.cl/his_toria.htm
http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20051127123010776